martes, 21 de junio de 2016

Y ahora... ¿quien podrá defendernos?

SISTEMA INMUNOLÓGICO








SISTEMA LINFÁTICO
El sistema linfático hace parte del aparato circulatorio y es el encargado de transportar la linfa hacia el corazón, está formado por una serie de fluidos que circulan por unos vasos, estos fluidos son denominados LINFA. Esta Linfa es de color transparente y está compuesto de sustancias similares a la sangre con la excepción de que no contiene glóbulos rojos ni proteínas de medio y alto peso molecular. Nace en los tejidos. Adquiere un color lechoso después de las comidas, esto se debe a que se carga de grasas que son absorbidas desde nuestro sistema digestivo. Esta linfa de color lechoso se denomina QUILO.

FUNCIONES:
Dentro de las principales funciones del sistema linfático están:    Mantener el equilibrio presión osmótica en las células, Activar el sistema inmunológico, Controlar la presión y el líquido de las células y Recolectar un fluido alojado en el duodeno, denominado quilo, que posee una gran cantidad de grasas. En conclusión presenta tres funciones generales:

1. Función defensiva. En los ganglios linfáticos, los linfocitos se reproducen para dar respuesta a los agentes extraños. Encontramos macrófagos capaces de fagocitar sustancias dañinas a nuestro organismo.

2. Función de absorción de grasas. La mayor parte de las grasas son absorbidas por el sistema linfático y transportadas al sistema circulatorio.

3. Función de intercambio capilar. En el intercambio capilar las sustancias del tramo venoso son recuperadas por el sistema linfático. Recupera sustancias que el sistema circulatorio ha perdido en el intercambio capilar.

CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA LINFÁTICO E INMUNITARIO HUMANO

Ambos sistemas trabajan conjuntamente, y están fuertemente vinculados con el sistema cardiovascular. Sin embargo, tienen funciones muy específicas: mientras el sistema linfático tiene la responsabilidad de mantener el equilibrio de los líquidos del sistema cardiovascular y distribuir células inmunitarias en el cuerpo, el sistema inmunitario ayuda a proteger al organismo de microbios y hongos que pueden dañarlo.

Los órganos y estructuras que componen los sistemas linfáticos e inmunitarios son:

*  Vasos linfáticos. Son vasos muy delgados cuya función es la de transportar deshechos del organismo. También transportan células del sistema inmunitario.

Ganglios o nodos linfáticos. Son ganglios en forma de red que filtran la linfa. Se encargan de destruir bacterias y virus, al estar compuestos por linfocitos (glóbulos blancos).

 Órganos linfáticos: bazo y timo. Estos órganos están interconectados por vasos sanguíneos y linfáticos formando un sistema unificado que transporta linfocitos.
-Tejidos linfáticos. Son aquellos compuestos por células inmunes: los linfocitos. Se dividen en primarios y secundarios.
Primarios:
– Timo. Glándula de tamaño relativamente grande durante la infancia, que en la adultez está sumamente reducida. Se ubica en la base del cuello.
– Médula ósea. Es el tejido localizado dentro de los huesos, encargado de la producción de células T y la producción y maduración de las células B. Produce todos los leucocitos, incluso las células de inmunidad innata.

Secundarios:
– Ganglios linfáticos. Pequeñas y redondas estructuras dispuestas a intervalos a lo largo de los vasos linfáticos. Están presentes en casi toda parte del cuerpo, especialmente en las axilas, las ingles, el cuello y en el centro de la zona del pecho y el abdomen.
En los ganglios, los linfocitos maduros controlan el fluido que entra, en busca de agentes patógenos. Un humano tiene alrededor de 600-700 ganglios linfáticos.
– Bazo. Órgano que filtra la sangre y elimina microbios, pero también elimina los eritrocitos viejos de la circulación. Se encuentra dentro de la cavidad abdominal, debajo del diafragma y constituye el órgano más grande del sistema linfático.
– Amígdalas. Son grupos de células linfáticas que forman un tejido dispuesto en la faringe. Protegen el cuerpo contra los agentes infecciosos capaces de entrar por la nariz y la boca.
-Células inmunitarias. Son los leucocitos o glóbulos blancos encargados de la respuesta inmunitaria.

Linfa. Es un líquido sin pigmentación (transparente) que tiene como función recorrer los vasos linfáticos mediante la contracción de los músculos. Tras una obstrucción de vasos linfáticos, la linfa es quien deposita líquido linfático en la zona herida produciendo un edema.

Existen ciertas estructuras dentro del cuerpo donde no se halla sistema linfático: el hígado, tiroides y esófago.

FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA LINFÁTICO E INMUNITARIO HUMANO
El sistema linfático limpia de los exceso de líquido de los tejidos del cuerpo y lo devuelve a  la sangre, permitiendo que se conserve el equilibrio de los líquidos del sistema cardiovascular, y distribuye células inmunitarias desde el sistema inmunitario al resto del cuerpo. El sistema inmunitario detecta agentes patógenos y lucha contra ellos para que no infecten los tejidos.

¿Cómo sucede todo esto?
Las células inmunitarias o leucocitos se encargan de ayudar al cuerpo a luchar contra los agentes patógenos, como bacterias, virus, hongos, protozoos y parásitos. Son células inmunitarias los monocitos, los mastocitos y los linfocitos T y B que se producen en la médula ósea. Los linfocitos ya maduros pasan a los tejidos linfáticos secundarios y permanecen listos para atacar cualquier agente.
El sistema linfático recoge el exceso de líquido de los tejidos del cuerpo y lo devuelve  la sangre; el sistema inmunitario detecta agentes patógenos y lucha contra ellos para que no infecten los tejidos.
Los leucocitos se mueven en la linfa a través del cuerpo y los ganglios linfáticos gracias a la contracción y la relajación de los músculos del sistema muscular. Todos los ganglios contienen leucocitos, principalmente linfocitos B y T. Cuando la linfa entra por los vasos linfáticos, los leucocitos analizan el medio en busca de agentes patógenos. Si los leucocitos reconocen algunos, se activa la respuesta inmunitaria adquirida, producida cuando se atacan patógenos específicos. Cada vez que el patógeno vuelve a la linfa, los leucocitos los “recuerdan” y esto les permite actuar contra ellos con mayor rapidez.
Existe otro tipo de inmunidad, la inmunidad innata, conformada por barreras con las que todos los individuos cuentan desde su nacimiento: lágrimas, orina, saliva, ácidos estomacales, mucosas y piel. En caso de que estas barreras sean superadas, entonces se activa el sistema inmunitario innato, ya que el patógeno se introdujo en el cuerpo.
El sistema inmunológico humano y las enfermedades infecciosas

Las células plasmáticas generan anticuerpos que pueden neutralizar a los patógenos.

A todos los seres vivos pueden atacarlos agentes causantes de enfermedades. Incluso las bacterias, tan pequeñas que un millón de ellas cabrían en la cabeza de un alfiler, tienen sistemas de defensa contra las infecciones por virus. Este tipo de protección se hace más sofisticado conforme los organismos se hacen más complejos.
Los animales multicelulares tienen células o tejidos que enfrentan exclusivamente la amenaza de infecciones. Algunas de estas respuestas son inmediatas, de tal manera que un agente infeccioso pueda contenerse rápidamente; otras son más lentas, pero también más específicas para el agente infeccioso. De manera colectiva, a esta protección se les conoce como sistema inmunológico. El sistema inmunológico humano es esencial para nuestra supervivencia en un mundo lleno de microbios potencialmente peligrosos, y un deterioro grave, incluso de una rama de este sistema, puede hacernos susceptibles a infecciones graves que ponen en peligro la vida.
Inmunidad no específica (innata)
El sistema inmunológico humano tiene dos niveles de inmunidad: específica y no específica. A través de la inmunidad no específica, también llamada inmunidad innata, el cuerpo humano se protege en contra de cuerpos extraños que percibe como nocivos. Se puede atacar a microbios tan pequeños como los virus y las bacterias, al igual que a organismos más grandes como los gusanos. Colectivamente, a estos organismos se les llama patógenos cuando pueden provocar enfermedades en el huésped.
Todos los animales tienen defensas inmunológicas innatas en contra de los patógenos comunes; las primeras líneas de defensa incluyen barreras exteriores, como la piel y las membranas mucosas. Cuando los patógenos penetran las barreras exteriores, por ejemplo, a través de un corte en la piel, o cuando son inhalados y entran a los pulmones, pueden provocar daños serios.
Algunos glóbulos blancos (fagocitos) combaten los patógenos que logran atravesar las defensas exteriores; un fagocito envuelve a un patógeno, lo absorbe y lo neutraliza.
Inmunidad específica
Aunque los fagocitos saludables son vitales para la buena salud, no pueden enfrentar ciertas amenazas infecciosas. La inmunidad específica es un complemento de la función de los fagocitos y otros elementos del sistema inmunológico innato.
En contraste con la inmunidad innata, la específica permite una respuesta dirigida en contra de un patógeno concreto; solamente los vertebrados tienen respuestas inmunológicas específicas.
Dos tipos de glóbulos blancos, llamados linfocitos, son vitales para la respuesta inmunológica específica. Los linfocitos se producen en la médula espinal, y maduran para convertirse en uno de diversos subtipos, los dos más comunes son las células T y las células B.
Un antígeno es un cuerpo extraño que provoca una respuesta de las células T y B. El cuerpo humano tiene células B y T específicas para millones de antígenos diferentes. Por lo general, pensamos que los antígenos son parte de los microbios, pero pueden estar presentes en otros ambientes; por ejemplo, si una persona recibió una transfusión de sangre que no coincidía con su tipo de sangre, podría activar reacciones de las células T y B.
Una manera útil de imaginar las células B y T es la siguiente: las células B tienen una propiedad esencial, pueden diferenciarse y madurar para convertirse en células plasmáticas que producen una proteína, conocida como anticuerpo, que se dirige específicamente a un antígeno en particular. No obstante, las células B por sí solas no son muy buenas para producir anticuerpos, y dependen de que las células T generen una señal para comenzar el proceso de maduración. Cuando una célula B bien informada reconoce el antígeno contra el cual está codificado para responder, se divide y produce muchas células plasmáticas; entonces éstas secretan grandes cantidades de anticuerpos, que combaten a los antígenos específicos que circulan en la sangre.
Las células T se activan cuando un fagocito en particular, conocido como célula presentadora de antígeno (APC, por sus siglas en inglés), muestra el antígeno específico de la célula T, ésta combinada (en su mayoría humana, pero que exhibe un antígeno para la célula T) es un activador de los diversos elementos de la respuesta inmunológica determinada.
Un subtipo de célula T, conocida como célula T colaboradora, realiza diversas funciones. Las células T colaboradoras liberan sustancias químicas para:
Ayudar a que las células B se activen y dividan en células plasmáticas
Llamar a los fagocitos para que destruyan los microbios
Activar las células T asesinas
Una vez activadas, las células T asesinas reconocen las células infectadas del cuerpo y las destruyen.
Las células T reguladoras (también llamadas células T supresoras) ayudan a controlar la respuesta inmunológica; reconocen cuando se ha contenido una amenaza y envíen señales para detener el ataque.
Órganos y tejidos
Las células que forman la respuesta inmunológica específica circulan en la sangre, pero también se encuentran en diversos órganos. Dentro del órgano, los tejidos inmunológicos permiten que maduren las células inmunológicas, atrapan patógenos y brindan un lugar donde las células inmunológicas pueden interactuar entre sí y establecer una respuesta determinada. Los órganos y tejidos involucrados en el sistema inmunológico incluyen al timo, la médula ósea, los nódulos linfáticos, el bazo, el apéndice, las amígdalas y las placas de Peyer (en el intestino delgado).
Infección y enfermedad
La infección surge cuando un patógeno invade las células del cuerpo y se reproduce. Por lo general, la infección conducirá a una respuesta inmunológica, si ésta es rápida y eficaz, la infección quedará eliminada o contenida con tal rapidez que no se producirá la enfermedad.
Algunas veces la infección conduce a la enfermedad (aquí nos centraremos en la enfermedad infecciosa y la definiremos como un estado de infección marcado por síntomas, o por evidencia de la enfermedad). La enfermedad puede surgir cuando la inmunidad es baja o está dañada, cuando la virulencia del patógeno (su capacidad de dañar las células del huésped) es alta, y cuando la cantidad de patógenos en el cuerpo es muy grande.
Dependiendo de la enfermedad infecciosa, los síntomas pueden variar considerablemente. La fiebre es una respuesta usual a la infección: una temperatura del cuerpo más elevada puede intensificar la respuesta inmunológica y generar un ambiente hostil para los patógenos. La inflamación ocasionada por un aumento en el fluido del área infectada es un signo de que los glóbulos blancos atacan y liberan sustancias que tienen que ver con la respuesta inmunológica.
La vacunación trabaja para estimular una respuesta inmunológica específica que generará otras respuestas determinadas para que las células B y T actúen contra cierto patógeno. Después de la vacunación, o de la infección natural, las células con memoria a largo plazo persisten en el cuerpo, y pueden conducir a respuestas más rápidas y eficaces en caso de que el cuerpo se encuentre de nuevo con el patógeno.
La vacunación trabaja para estimular una respuesta inmunológica específica que generará células B y T con una memoria determinada para actuar contra cierto patógeno. Estas células con memoria persisten en el cuerpo, y pueden conducir a respuestas más rápidas y eficaces en caso de que el cuerpo se encuentre de nuevo con el patógeno.
¿Qué es el sistema inmunológico?
El sistema inmunológico es la defensa natural del cuerpo contra las infecciones, como las bacterias y los virus. A través de una reacción bien organizada, su cuerpo ataca y destruye los organismos infecciosos que lo invaden. Estos cuerpos extraños se llaman antígenos.
La inflamación es la respuesta del sistema inmunológico a los antígenos. Como respuesta a la infección o la lesión, diversas clases de glóbulos blancos se transportan por el torrente sanguíneo hasta el lugar de la infección y solicitan más glóbulos blancos. Cuando la amenaza desaparece, la inflamación cede. Por ejemplo, cuando una persona se corta o tiene gripe, la inflamación se usa para matar la bacteria o el virus que invade el cuerpo.
En las personas que gozan de buena salud, el sistema inmunológico puede distinguir entre los tejidos propios del cuerpo y los extraños que lo invaden, tales como virus y bacterias. En algunostipos de artritis, como la artritis reumatoide, el sistema inmunológico no funciona correctamente. Cuando esto ocurre, el sistema inmunológico:

No identifica la diferencia entre los tejidos propios del cuerpo y los agentes que lo invaden tales como las bacterias y los virus.
Produce, por error, inflamación en contra de tejidos o partes del cuerpo normales, tales como las articulaciones, como si éstos fueran agentes extraños que lo invaden.
Se desconocen las razones por las que el sistema inmunológico no funciona correctamente.
Las enfermedades que se desarrollan cuando el sistema inmunológico no funciona correctamente se denominan enfermedades autoinmunes.