Existen ciertas estructuras
dentro del cuerpo donde no se halla sistema linfático: el hígado, tiroides y
esófago.
FUNCIONAMIENTO DEL
SISTEMA LINFÁTICO E INMUNITARIO HUMANO
El sistema
linfático limpia de los exceso de líquido de los tejidos del cuerpo y lo devuelve a la sangre, permitiendo que se conserve el equilibrio de los líquidos del sistema
cardiovascular, y distribuye células inmunitarias desde el sistema inmunitario
al resto del cuerpo. El sistema inmunitario detecta agentes patógenos y lucha
contra ellos para que no infecten los tejidos.
¿Cómo sucede todo esto?
Las
células inmunitarias o leucocitos se encargan de ayudar al cuerpo a luchar contra los agentes
patógenos, como bacterias, virus, hongos, protozoos y parásitos. Son células inmunitarias los monocitos, los mastocitos y los
linfocitos T y B que se producen en la médula ósea. Los linfocitos ya maduros
pasan a los tejidos linfáticos secundarios y permanecen listos para atacar
cualquier agente.
El sistema
linfático recoge el exceso de líquido de los tejidos del cuerpo y lo
devuelve la sangre; el sistema inmunitario detecta agentes patógenos y
lucha contra ellos para que no infecten los tejidos.
Los
leucocitos se mueven en la linfa a través del cuerpo y los ganglios linfáticos gracias a la contracción y la relajación de los
músculos del sistema muscular. Todos los
ganglios contienen leucocitos, principalmente linfocitos B y T. Cuando la linfa
entra por los vasos linfáticos, los leucocitos analizan el medio en busca de
agentes patógenos. Si los leucocitos reconocen algunos, se activa la respuesta
inmunitaria adquirida, producida cuando se atacan patógenos específicos. Cada
vez que el patógeno vuelve a la linfa, los leucocitos los “recuerdan” y esto
les permite actuar contra ellos con mayor rapidez.
Existe otro
tipo de inmunidad, la inmunidad innata, conformada por barreras con las que
todos los individuos cuentan desde su nacimiento: lágrimas, orina, saliva,
ácidos estomacales, mucosas y piel. En caso de que estas barreras sean
superadas, entonces se activa el sistema inmunitario innato, ya que el patógeno
se introdujo en el cuerpo.
El sistema
inmunológico humano y las enfermedades infecciosas
Las
células plasmáticas generan anticuerpos que pueden neutralizar a los patógenos.
A todos los
seres vivos pueden atacarlos agentes causantes de enfermedades. Incluso las
bacterias, tan pequeñas que un millón de ellas cabrían en la cabeza de un
alfiler, tienen sistemas de defensa contra las infecciones por virus. Este tipo
de protección se hace más sofisticado conforme los organismos se hacen más
complejos.
Los animales
multicelulares tienen células o tejidos que enfrentan exclusivamente la amenaza
de infecciones. Algunas de estas respuestas son inmediatas, de tal manera que
un agente infeccioso pueda contenerse rápidamente; otras son más lentas, pero
también más específicas para el agente infeccioso. De manera colectiva, a esta
protección se les conoce como sistema inmunológico.
El sistema inmunológico humano es esencial para nuestra supervivencia en un
mundo lleno de microbios potencialmente peligrosos, y un deterioro grave,
incluso de una rama de este sistema, puede hacernos susceptibles a infecciones
graves que ponen en peligro la vida.
Inmunidad no específica
(innata)
El sistema
inmunológico humano tiene dos niveles de inmunidad: específica y no específica.
A través de la inmunidad no específica, también llamada inmunidad innata, el
cuerpo humano se protege en contra de cuerpos extraños que percibe como
nocivos. Se puede atacar a microbios tan pequeños como los virus y las
bacterias, al igual que a organismos más grandes como los gusanos.
Colectivamente, a estos organismos se les llama patógenos cuando pueden
provocar enfermedades en el huésped.
Todos los
animales tienen defensas inmunológicas innatas en contra de los patógenos
comunes; las primeras líneas de defensa incluyen barreras exteriores, como la
piel y las membranas mucosas. Cuando los patógenos penetran las barreras
exteriores, por ejemplo, a través de un corte en la piel, o cuando son
inhalados y entran a los pulmones, pueden provocar daños serios.
Algunos
glóbulos blancos (fagocitos) combaten los patógenos que logran atravesar las
defensas exteriores; un fagocito envuelve a un patógeno, lo absorbe y lo
neutraliza.
Inmunidad específica
Aunque los
fagocitos saludables son vitales para la buena salud, no pueden enfrentar
ciertas amenazas infecciosas. La inmunidad específica es un complemento de la
función de los fagocitos y otros elementos del sistema inmunológico innato.
En contraste
con la inmunidad innata, la específica permite una respuesta dirigida en contra
de un patógeno concreto; solamente los vertebrados tienen respuestas
inmunológicas específicas.
Dos tipos de
glóbulos blancos, llamados linfocitos, son vitales para la respuesta
inmunológica específica. Los linfocitos se producen en la médula espinal, y
maduran para convertirse en uno de diversos subtipos, los dos más comunes son
las células T y las células B.
Un antígeno
es un cuerpo extraño que provoca una respuesta de las células T y B. El cuerpo
humano tiene células B y T específicas para millones de antígenos diferentes.
Por lo general, pensamos que los antígenos son parte de los microbios, pero
pueden estar presentes en otros ambientes; por ejemplo, si una persona recibió
una transfusión de sangre que no coincidía con su tipo de sangre, podría
activar reacciones de las células T y B.
Una manera
útil de imaginar las células B y T es la siguiente: las células B tienen una
propiedad esencial, pueden diferenciarse y madurar para convertirse en células
plasmáticas que producen una proteína, conocida como anticuerpo, que se dirige
específicamente a un antígeno en particular. No obstante, las células B por sí
solas no son muy buenas para producir anticuerpos, y dependen de que las
células T generen una señal para comenzar el proceso de maduración. Cuando una
célula B bien informada reconoce el antígeno contra el cual está codificado
para responder, se divide y produce muchas células plasmáticas; entonces éstas
secretan grandes cantidades de anticuerpos, que combaten a los antígenos
específicos que circulan en la sangre.
Las células T
se activan cuando un fagocito en particular, conocido como célula presentadora
de antígeno (APC, por sus siglas en inglés), muestra el antígeno específico de
la célula T, ésta combinada (en su mayoría humana, pero que exhibe un antígeno
para la célula T) es un activador de los diversos elementos de la respuesta
inmunológica determinada.
Un subtipo de
célula T, conocida como célula T colaboradora, realiza diversas funciones. Las
células T colaboradoras liberan sustancias químicas para:
Ayudar a que
las células B se activen y dividan en células plasmáticas
Llamar a los
fagocitos para que destruyan los microbios
Activar las
células T asesinas
Una vez
activadas, las células T asesinas reconocen las células infectadas del cuerpo y
las destruyen.
Las células T
reguladoras (también llamadas células T supresoras) ayudan a controlar la
respuesta inmunológica; reconocen cuando se ha contenido una amenaza y envíen
señales para detener el ataque.
Órganos y tejidos
Las células
que forman la respuesta inmunológica específica circulan en la sangre, pero
también se encuentran en diversos órganos. Dentro del órgano, los tejidos
inmunológicos permiten que maduren las células inmunológicas, atrapan patógenos
y brindan un lugar donde las células inmunológicas pueden interactuar entre sí
y establecer una respuesta determinada. Los órganos y tejidos involucrados en
el sistema inmunológico incluyen al timo, la médula ósea, los nódulos
linfáticos, el bazo, el apéndice, las amígdalas y las placas de Peyer (en el
intestino delgado).
Infección y enfermedad
La infección
surge cuando un patógeno invade las células del cuerpo y se reproduce. Por lo
general, la infección conducirá a una respuesta inmunológica, si ésta es rápida
y eficaz, la infección quedará eliminada o contenida con tal rapidez que no se
producirá la enfermedad.
Algunas veces
la infección conduce a la enfermedad (aquí nos centraremos en la enfermedad
infecciosa y la definiremos como un estado de infección marcado por síntomas, o
por evidencia de la enfermedad). La enfermedad puede surgir cuando la inmunidad
es baja o está dañada, cuando la virulencia del patógeno (su capacidad de dañar
las células del huésped) es alta, y cuando la cantidad de patógenos en el
cuerpo es muy grande.
Dependiendo
de la enfermedad infecciosa, los síntomas pueden variar considerablemente. La
fiebre es una respuesta usual a la infección: una temperatura del cuerpo más
elevada puede intensificar la respuesta inmunológica y generar un ambiente
hostil para los patógenos. La inflamación ocasionada por un aumento en el
fluido del área infectada es un signo de que los glóbulos blancos atacan y
liberan sustancias que tienen que ver con la respuesta inmunológica.
La vacunación
trabaja para estimular una respuesta inmunológica específica que generará otras
respuestas determinadas para que las células B y T actúen contra cierto
patógeno. Después de la vacunación, o de la infección natural, las células con
memoria a largo plazo persisten en el cuerpo, y pueden conducir a respuestas
más rápidas y eficaces en caso de que el cuerpo se encuentre de nuevo con el
patógeno.
La vacunación
trabaja para estimular una respuesta inmunológica específica que generará
células B y T con una memoria determinada para actuar contra cierto patógeno.
Estas células con memoria persisten en el cuerpo, y pueden conducir a
respuestas más rápidas y eficaces en caso de que el cuerpo se encuentre de
nuevo con el patógeno.
¿Qué es el sistema inmunológico?
El sistema inmunológico es la defensa natural del cuerpo
contra las infecciones, como las bacterias y los virus. A través de una
reacción bien organizada, su cuerpo ataca y destruye los organismos infecciosos
que lo invaden. Estos cuerpos extraños se llaman antígenos.
La inflamación es la respuesta del sistema
inmunológico a los antígenos. Como respuesta a la infección o la lesión,
diversas clases de glóbulos blancos se transportan por el torrente sanguíneo
hasta el lugar de la infección y solicitan más glóbulos blancos. Cuando la amenaza
desaparece, la inflamación cede. Por ejemplo, cuando una persona se corta o
tiene gripe, la inflamación se usa para matar la bacteria o el virus que invade
el cuerpo.
En las personas que gozan de buena salud, el
sistema inmunológico puede distinguir entre los tejidos propios del cuerpo y
los extraños que lo invaden, tales como virus y bacterias. En algunostipos de artritis, como la artritis reumatoide, el sistema
inmunológico no funciona correctamente. Cuando esto ocurre, el sistema
inmunológico:
No identifica la diferencia entre los
tejidos propios del cuerpo y los agentes que lo invaden tales como las
bacterias y los virus.
Produce, por error, inflamación en contra de
tejidos o partes del cuerpo normales, tales como las articulaciones, como si
éstos fueran agentes extraños que lo invaden.
Se desconocen las razones por las que el
sistema inmunológico no funciona correctamente.
Las enfermedades que se desarrollan cuando
el sistema inmunológico no funciona correctamente se denominan enfermedades
autoinmunes.